Poema
1
Grácil, risueña, dama del lago inmortal,
rostro angelical que fustiga mi mundo imperfecto.
Ah, la figura esbelta, los cabellos dorados,
contornos curvos desvaneciéndose en un espacio
fractal.
Impías son las almas atormentadas, ingratos los
pecadores,
absuélvelos Dios de la tentación más carnal,
siembra en mí la determinación, disipa los oscuros
temores.
Primorosas son las manos, profundos los ojos, dulce tu
boca.
Obtienes néctar incluso de las cloacas más ponzoñosas,
rubricas tus deseos allá donde estés, embriagas a los
animales, golpeas la roca.
Sienten los necios el vacío de la razón,
esperan los ingratos una sonrisa tuya, la plena
satisfacción,
riada de lágrimas vertidas por quienes no pueden
poseerte.
Lentamente muere el dolor, se esfuma la lujuria. ¡No
quiero perderte!
Ajenos son los recuerdos de tu canto celestial.
Lejanas quedan las promesas vertidas por tu caprichoso
corazón.
Un último adiós y un brindis para darle la espalda a la
sinrazón.
Zozobra mi ser como un barco a la deriva. Me siento
fatal.
Poema
2
Quietud en la tierra, luminosidad en el firmamento.
Una luna muda, el sol ausente, la mirada perdida cuando
te veo.
Esperaba otro tipo de encuentro, alejado del reino de
las casullas:
indumentaria divina que oculta las vergüenzas humanas.
La primera vez coincidimos en aquel oscuro convento.
Una monja, pensé, pero el amor me azotó al momento.
Me agarras de la mano como si apretaras un rosario,
intentas no pensar en tus votos, nos alejamos de la
iglesia.
Nunca una mujer tan hermosa he conocido
a pesar de que decidiste esconderte tras el hábito.
Muchos hombres pendencieros por ti la cabeza han
perdido
incluido yo, un errante, ese hampón arrepentido.
Vacilo un instante antes de darte un beso.
Iluminamos la noche, nos fundimos en uno. No es cosa
baladí.
Dios no podrá interponerse entre nosotros. ¡Saldré
ileso!
A pesar de lo que diga la Escritura, te amo a ti.
Poema
3
Ensoñaciones que perturban mi quietud,
noches en vela, drogado por el aroma de tu locuacidad.
Mientes cuando dices que me has elegido a mí entre la
multitud.
Intuyo cómo eres, te imagino, pero no puedo verte.
Trabajo duro de día y de noche tiento a la suerte.
Ira, blasfemia, aquelarres pecaminosos,
encuentros clandestinos, hombres de bien descontrolados.
Rugen los cielos, se abre la tierra, ya no queda sitio
para la privacidad.
Ríen las brujas impías que se acuestan con jóvenes imberbes.
Ah, la flor que se marchita. Ah, el hedor de la muerte.
Diablo con forma de mujer, dama del averno, asesina de
bebés.
Estoy aquí, acostado en la cama, esperándote.
Soy como un ciego. Siento el calor, pero cómo sé que
eres tú.
Invítame a entrar, extiende tu cuerpo sobre mí. ¡Llévame
contigo belcebú!
Eres la reina sin rey, la que gobierna el reino del
terror.
Raudo y veloz corre el tiempo cuando uno está vivo,
trataré de complacerte durante toda la eternidad.
Acabo de dar mi vida por culpa del veneno al que llaman
amor.
Poema
4
Empezaré por el final, para que no duela:
ríe sola, pues ya no te amo. Eres otra persona.
Empezaré por el final, para que no duela:
sombrío se ha vuelto tu corazón, oscuras tus
intenciones.
Trémula es la luz que consume tu alma, tu sonrisa es
burlona.
Una vez fuiste mi amiga, esposa y amante.
Llenamos el cuenco de la incertidumbre con sabias reflexiones,
alimentamos la vastedad de nuestro universo con
estrellas fugaces.
Un día nuestra cama de helecho y fragancia ardió,
llevaste a un extraño para que ocupase mi lugar.
Traición, ten misericordia con quien una vez te amó.
Impío es aquel que profana nuestro hogar.
Mientes, chillas, y hieres de forma grotesca.
Arpía, alimaña, tu forma de blandir la daga es dantesca.
Ruegas por una segunda oportunidad que no te mereces,
oquedad y nubes negras donde antes hubo honestidad.
Suave es el viento, reconfortante la arena bajo mis
pies.
Adiós, y ahora que soy libre puedo gritar: ¡no habrá piedad!
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