Érase una vez una polilla que se
enamoró de una mariposa durante un verano. La mariposa era muy guapa y
encantadora a los ojos de todo el mundo, y más a los ojos de la polilla. Así
que, tras mucho insistir e insistir, la polilla consiguió al fin hacerse con el
amor de la mariposa y juntos volaron y revolotearon sonrientes durante un
tiempo. Fue un periodo precioso.
Mas cuando la polilla y la
mariposa se retiraron a casa, contempló la polilla extrañada que la mariposa
comenzaba a quitarse su traje alegre y colorido, se desmaquillaba, se despojaba
de sus alas brillantes y se quedaba con los tonos oscuros, grises y marrones
originales... La polilla comprendió que de quien se había enamorado no era otra
que cosa que otra polilla como ella, pero no le importó, pues la quería, y no
le importaba que no fuera mariposa, si no polilla.
Sin embargo, cada mañana, cada
vez que salían al bosque, veía la polilla que su amada volvía a ponerse su
traje de colores. Fingía ser mariposa. La polilla, extrañada, le preguntaba por
qué lo hacía, pues para ella no eran necesarios tales atuendos. Le dijo la
mariposa que no le gustaba ser polilla, que no soportaba su naturaleza oscura,
gris, marrón... La polilla insistió en que no importaba el color que tuviera
por fuera, pues lo importante era el color con que sus ojos la veían a ella, y
el color con que ellos dos podían ver el mundo que les rodeaba.
La falsa mariposa, sin embargo,
se negaba a aceptar su condición de polilla. Se enfadó con la polilla, la
insultó, la reprochó de querer cambiarla, de hacerla sentir inferior, la acusó
de fijarse en otras mariposas más bellas que ella, de tener ojos para seres
superiores a ella, de hacerla sentir una sucia, oscura, triste y asquerosa
polilla... Tras la discusión, la polilla se retiró a llorar, pues no comprendía
cómo su amada podía acusarla de cosas que no había hecho, no había pensado, ni
había creído jamás. De todos modos, la polilla no se dio por vencida e intentó
mostrarle a la falsa mariposa la belleza que veía en ella aun cuando no estaba
vestida de colores. Mas su insistencia se tornó contra la polilla. La falsa
mariposa, confundiendo el ruego de la polilla hacia ella con signos debilidad,
siguió haciéndole más daño.
Comprendió entonces la polilla
que ya no estaba enamorada de la mariposa. Si algún día la quiso, no fue porque
fuera mariposa, si no porque sus propios ojos se llenaban de colores cuando la
veían, aun cuando la falsa mariposa se despojaba de sus coloridos y hermosos
trajes. Ahora no reconocía a su amada, no la reconocía en forma de mariposa, ni
tampoco en forma de polilla. Supo que quien tenía delante era un ser oscuro,
gris, marrón... y lo era por dentro. Ya no quería estar más con ella. Así que,
simplemente, la dejó.
La falsa mariposa, ahora que su
naturaleza se había destapado, volvió donde la polilla, la rogó que volvieran
juntos. La polilla se negó, así que como venganza, al hallarse su orgullo
dolido, la falsa mariposa se despojó una vez más de sus colores vistosos,
quedose oscura, gris y marrón... pero no acabó ahí su metamorfosis, pues
también se deshizo de sus alas, sus antenas y sus patas, y quedó en su forma
original: un gusano oscuro, gris y marrón. Entonces, como gusano que era, reptó
por la madriguera de la polilla y tejió una complicada red viscosa y pegajosa,
con el fin de atrapar a la polilla y no dejarla escapar, aunque fuera en contra
de su voluntad.
Con esfuerzo, la polilla
consiguió zafarse del entretejido del gusano... Entendía el orgullo dolido que
la falsa mariposa poseía, y en parte, no la culpaba. Simplemente dejó al gusano
entretejer su maraña viscosa a su alrededor, en parte por pena, en parte por el
recuerdo de un amor que fue pero no se sostuvo. La polilla ya no iba a volver a
dejarse atrapar por la falsa mariposa... Quizás ése fue el mayor error de la
polilla. Pues los amigos de la polilla, su familia y allegados aún veían al
gusano como una hermosa y colorida mariposa, quedaban maravillados por su
belleza y gracia mientras ésta iba entretejiendo también a su alrededor un
laberinto de redes e hilos viscosos...
La polilla, cuando se volvió y
miró a su alrededor, se encontró con que la falsa mariposa había atrapado a
muchos de seres sus más allegados. El gusano se volvió parásito, se mostraba
cual una hermosa criatura mientras los envolvía cada vez más en su red. La
falsa mariposa se aseguró de que, si bien no iba a volver con la polilla, la
polilla viera cómo sus amigos y familiares más queridos quedaban a merced del
entretejido pegajoso que el gusano había fabricado. Esa fue su venganza, una
venganza por parte de una criatura que fingió ser mariposa, aunque su
naturaleza siempre fue la de un ser que jamás tuvo alas.
Y así termina la historia... ¿o
no? ...bueno, la verdad es que aún no ha acabado.
Hoy por hoy, la polilla aún se
debate en cómo actuar con y frente a la falsa mariposa. Tiene en su haber un
dilema, que consta de una caja de cerillas y un bote de gasolina. Lleva varios
intentos fallidos utilizando material menos inflamable, como tijeras,
cuchillos, bisturís y demás objetos cortantes, con el fin de cortar los viscosos
lazos que el gusano ha tejido en rededor suyo y sus allegados, mas ha quedado
probado que estas herramientas no son muy eficaces. La polilla sabe que el
único modo de acabar con la red del gusano es usando el fuego, pero teme quemar
a sus seres queridos en el acto... y por muy cuidadoso que intente ser, todo el
mundo sabe que las cerillas, la gasolina y una polilla cabreada no son una
combinación muy recomendable para un final feliz.
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