viernes, 24 de agosto de 2012

De película



Las palomas del parque se lanzaron sobre el trozo de pan que Oscar les lanzó desde el banco de madera, pero para cuando se movieron, un avispado gorrión ya se había llevado más de la mitad del preciado regalo. Era como si aquellas bestias del Parque del Retiro hubiesen salido de la película Los Pájaros, de Hitchcock.
Oscar estaba emocionado y entusiasmado por el nuevo camino que iba a emprender en su vida, y por eso quería disfrutar de un día soleado con su prometida Concha, con quien se casaría tras cuatro años de intenso noviazgo. La verdad es que no tenían mucho dinero, y aunque ella repetía una y otra vez que quería un acto sencillo, él sabía perfectamente que debían casarse por todo lo alto. Para lograrlo, había diseñado un plan aparentemente perfecto e infalible que, muy a su pesar, no parecía ser del agrado de Concha.
Concha estaba tardando en llegar y a Oscar no le quedaba más pan para alimentar a los pájaros. Justo cuando se disponía a levantarse para estirar las piernas, vio la figura alta y delgada de su amada que se acercaba a toda velocidad. Parecía estar totalmente disgustada.
-¡Eres imbécil! Cómo has podido… -la respiración entrecortada le impidió seguir.
-Buenos días cariño, yo también te quiero mucho –respondió Oscar de forma jocosa.
Las palomas se largaron a otro lugar del parque, como si supiesen de antemano que iba a suceder algo malo. Tras recobrar el aliento, Concha volvió a atacar:
-¡Es lo más estúpido que has hecho en tu vida! Durante cuatro años te he perdonado muchas cosas, pero esto es inadmisible. Espero que sea una broma todo lo que me has contado por teléfono.
-No es ninguna broma. Ya está todo pensado.
-¿Qué? ¡Podrías habérmelo consultado antes!
 -Quería darte una sorpresa.
-¡Pues lo has conseguido, idiota!
Antes de seguir con la charla, Oscar dejó que Concha se calmara un poquito. Después, la agarró del brazo y se pusieron a caminar.
-¿No querrías tener más dinero? ¿No te gustaría poder vivir sin preocupaciones?   
-No sé a dónde quieres llegar. Está claro que no nos podemos permitir una boda decente, ¡pero tú has hecho justo todo lo contario! ¡Nos has llevado a la ruina! –Concha volvió a encolerizarse.
-No es verdad. De hecho, nos vamos a hacer de oro. ¿Recuerdas lo que me dijiste el sábado pasado cuando estábamos viendo la película Thelma y Louise?
-¿A qué viene ahora la película que vimos la semana pasada?
-Me refiero a la última escena, donde Susan Sarandon y Geena Davis están a punto de saltar al precipicio. Te pregunté si estarías dispuesta a cualquier cosa con tal de luchar por nuestra libertad, y respondiste que sí. Me prometiste que estaríamos juntos. Y por mucho que nos queramos, el dinero determina el rumbo de nuestras vidas.
-¡Pues ahora mismo lo que está al borde del precipicio es nuestra relación!
Se detuvieron a la altura del Palacio de Cristal para contemplar a los patos que nadaban en el lago. Oscar intentó tranquilizarla de nuevo.
-No te preocupes cariñó, lo tengo todo estudiado. Las matemáticas no engañan. Según los cálculos, tenemos muchas posibilidades de ganar dinero. Es verdad que existe la posibilidad de que perdamos todo lo invertido pero… es bastante improbable.
-¿Improbable? ¡Pero si te has gastado todos nuestros ahorros de boda en comprar billetes de la Lotería de Navidad!
-El riesgo es mínimo. He aprendido de las películas Casino, El Golpe y… -Concha no le dejó seguir. Estaba a punto de estallar.  
-¡Pero qué dices!  ¿Te crees que vivimos en una película? ¿Piensas que los de la lotería son tontos, que no lo tienen todo perfectamente estudiado?
-Ten fe, mi amor. Con la cantidad de de décimos que he comprado nos tiene que tocar algo.
-Primero me hablas de matemáticas y luego de tener fe, no hay quien te entienda. Además, en esas películas que comentas jugaban a cartas y timaban a la gente. Robert De Niro, Robert Redford y Paul Newman no se dedicaban a gastar todos sus ahorros en billetes de lotería.
 -No sé qué más puedo decir –Oscar agachó la cabeza y miró al suelo-. Es demasiado tarde para dar marcha atrás.  
-Ya puedes empezar a rezar. Como perdamos todo el dinero vas a volver a vivir con tu madre.
“Con mi madre, por lo menos, no discutiré tanto” –pensó Oscar.
Siguieron paseando en silencio un buen rato. Hacia el mediodía, unos oscuros nubarrones cubrieron el cielo y comenzó a llover. Decidieron regresar a casa. Oscar se acercó a Concha y le dio un beso en la mejilla. Luego, dijo:
-Cariño…
-¿Sí?
-Antes de volver quiero pasar por el videoclub para alquilar una película.
-¿Cuál vas a escoger?
-Postdata: te quiero, de Richard LaGravenese.

No hay comentarios:

Publicar un comentario