miércoles, 29 de agosto de 2012

INVIERNO Y TORMENTA, por Goizane Aizpurua


Erase una vez un rey, como en todas las historias respetables. No era malvado, es más, realmente era simpático y bueno. No era tampoco viejo y malo, realmente era joven y bello. Estaba casado, naturalmente, y su mujer era joven y simpática como él.
Ambos amaban las fiestas, el baile, los chistes y sobre todo los dulces. “Qué reino más agradable”, pensarán ustedes. “Qué contentos vivirán sus súbditos”, pensarán. Bah, no tanto. Es más, realmente no eran felices para nada. El hecho es que Rey Invierno y Reina Tormenta eran, altos, fuertes, robustos, y estaban siempre en continuo movimiento, por lo tanto, como podéis pensar tenían siempre calor.
“¡¡¡Maldición, abran esas ventanas!!!”, tronaba a menudo el soberano. “¿Queréis asarme vivo?” “Encended el ventilador”, ordenaba su consorte “¡Este calor me derretirá como el azúcar en el te!”
Al respecto es necesario recordar que Invierno y Tormenta no soportaban el te: “Una bazofia terriblemente caliente”. Y mandaban echarlo por la ventana junto con las sopas, salsas y menestras.
Es inútil decir que los platos preferidos sobre la mesa real eran los helados, carámbanos, granizados y bebidas frías del frigorífico.
 Invernopoli no estaba lejos del mar, es más, realmente estaba construido donde soplaba siempre un viento gélido.
En las ventanas del palacio había numerosos bordados de escarcha y hielo, los cuales la reina encontraba graciosísimos mientras que el rey practicaba sus ejercicios militares con sus muñecos de nieve.
Los soberanos se encontraban tan cómodos con el frío que decidieron ordenar a todos los súbditos, por su bien, que dejaran siempre abiertas las ventanas, encendidos los ventiladores, y el frigorífico lleno. Con la prohibición absoluta de usar estufas y radiadores.
El tiempo pasaba no muy alegremente, realmente pasaba escalofriadamente lento, hasta que un día  mientras fuera nevaba la reina dio a luz a dos gemelos delgados y delicados. Les llamarían Resfriado y Gripe. El gran médico de la corte con una mirada muy seria comunicó a los padres: “Vuestros hijos no vivirán por mucho tiempo si no los tenéis bien arropados y al calor”. Invierno y Tormenta se miraron estupefactos mutuamente, no podían creer aquello que habían oído pero seguirían los consejos del doctor ya que amaban a los recién nacidos. El médico continuó: “Muchos de vuestros súbditos también tienen hijos pequeños que difícilmente conseguirán sobrevivir”. Su tono era muy serio y los soberanos entendieron su error.
Hicieron distribuir madera para encender las calderas y calentarse, y cancelaron la ley sobre las ventanas y los ventiladores. Solamente en los aposentos reales el hielo continúa actuando como maestro, e Invierno y Tormenta, para poder jugar con sus hijos en sus calientes habitaciones, se adjudicaron sendos trajes de baño.

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