jueves, 26 de septiembre de 2013

La navaja de Ockham




Año 2013

«En igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la correcta». Es lo que dice la navaja de Ockham, el principio que, aunque no es irrefutable, he seguido siempre al pie de la letra. Hasta ahora.
Mi nombre es Simon McCoy y soy policía. Bueno, en realidad, soy un investigador privado que se dedica a resolver los misterios que no puede aclarar la policía de verdad, pero me gusta decir que soy un miembro más del cuerpo. Tras terminar el curso de investigador,  descubrí que los funcionarios y políticos de pacotilla que rigen nuestras vidas no sienten predilección por quienes meten las narices en los asuntos más turbios que los dejan en evidencia. Por lo tanto, aunque es mentira, mi tarjeta de presentación reza: «Simon McCoy. Policía». De esta manera, dejan que haga mi trabajo sin entrometerse demasiado.
Como ya he dicho, he dejado de guiarme por la navaja de Ockham, y la razón es la siguiente: un caso aparentemente fácil de resolver hasta por un niño de cinco años se complicó sobremanera. Todos los indicios apuntaban en una dirección, pero cuando estaba a punto de cerrar el caso, un evento inesperado lo cambió todo.

Año 2127

-¡Cariño, el perro se ha vuelto a cagar en la alfombra! ¡Deberías sacarlo a dar un paseo! –gritó Hanna desde el salón principal de la casa.
-¿Otra vez? ¡Maldito chucho, no sé por qué te empeñas en tener en casa a un perro de verdad! ¡Si tuviésemos uno artificial, como todos en este barrio, la casa estaría limpia, no llena de cacas y pelos de perro! –respondió Peter, de manera acalorada, desde la otra punta de la casa.
-¡Ya sabes que no me gustan esos malditos robots que venden los chinos! ¡Hace años mi hermano se compró uno y fue un desastre, deberían prohibirlos! ¡Saca a Bobby y no te olvides de deshacerte del «regalo» que ha dejado sobre la alfombra!
-¡Está bien… no me metas prisa!
Tras introducir el código que desactivaba el campo magnético que protegía toda la casa, Peter abrió la puerta principal, empujó a Bobby y salió a la calle.
-Estoy aburrido de recoger todas tus porquerías, espero que mi regalo de cumpleaños no tarde en llegar –le dijo al perro, que ladraba a cada paso que daba.

Año 2013

Una mañana estaba tomándome un café doble cuando recibí la llamada del Sargento Springer. Tardé un poco en responder a la llamada.
 -Señor McCoy, venga de inmediato al número tres de la calle Houston. Necesitamos su ayuda –colgó sin darme tiempo a pedirle explicaciones.
Una vez allí, pasé por el cordón policial y busqué al Sargento. Estaba envuelto en una espesa humareda que él mismo provocaba con los asquerosos cigarrillos que siempre fumaba.
-Buenos días Sargento. ¿Me puede explicar qué es lo que ocurre?
-Ah, hola McCoy. Hemos encontrado muerta, en su casa, a una señora mayor.
-¿Y? ¿Eso es todo? ¿Acaso sus hombres no han resuelto el caso?
-Es más complicado de lo que parece… -Springer apretó los labios contra el cigarrillo-. La señora parece que ha muerto de forma curiosa.
«Para usted todos los casos son complicados. Si los policías hiciesen bien su trabajo, no estarían molestándome todo el rato», le habría dicho. No obstante, no quise ser descortés.
-Las personas, aunque no lo crea, se acaban muriendo con los años. No sé a qué se refiere cuando dice la señora ha muerto de forma curiosa.
-Tenía toda la casa llena de basura y excrementos. Ha muerto sepultada por su propia mierda.

Año 2127

-¡Cariño! ¡Están llamando a la puerta!
-¡Ya voy!
Peter se puso las pantuflas y corrió hacia la puerta principal. En el visor de un lateral vio a un joven mensajero que esperaba impaciente junto a una enorme caja de madera. Peter no tardó ni medio minuto en desactivar el campo magnético.
-Bobby, chico, ¡ya ha llegado! –el perro meneó la cola y se puso a ladrar.
-¿Me decías algo cariño? –preguntó su mujer.
-¡No! ¡Estoy hablando con el perro!
Tras firmar el albarán de entrega y hacer sitio para la mercancía, cerró la puerta y puso sus ojos sobre la gran caja de madera, donde se podía leer: «Industrias Novacorp. Hacemos que tu vida sea más fácil».

Año 2013

Intenté explicarle al Sargento, sin mucho éxito, lo que es el síndrome de Diógenes. Estaba claro que la señora había estado acumulando basura durante años. Su muerte era el resultado lógico de su forma de vida.
-La basura, Sargento, puede generar ciertos gases que pueden ser muy nocivos para la salud. Si mete usted en una misma coctelera una casa antigua, una señora mayor y un montón de basura, obtendrá lo que ha podido ver con sus propios ojos: un cadáver.  
El Sargento Springer tiró la colilla al suelo. Después, caminó hacia el interior de la casa. Fui tras él.
-Es imposible que una persona pueda acumular tantas cosas durante una vida. Si me acompaña al interior de la vivienda, se dará cuenta usted mismo de lo que digo.
Las montañas de basura llegaban hasta el techo. Aquello era increíble. Allí había de todo, no quedaba ni un metro cuadrado libre de despojos. Es posible que el Sargento tuviera algo de razón.
-Estamos sacando toda la basura de su casa para llevarla al vertedero y la señora ya está en la morgue.
-¿Entonces?
-En la casa sigue acumulándose mierda y no sabemos de dónde viene.

Año 2127

El zumbido de la máquina le encantaba a Peter. Y a Bobby también, por la forma en que meneaba la cola.
-Chico, este cacharro es fantástico. Ahora no tendré que preocuparme más por tus cacas –se agachó un momento para acariciar a Bobby-. De hecho, creo que será una gran mejora para todo el vecindario.
Metió en la máquina la bolsa negra que contenía las cacas de Bobby. Acto seguido, y tras percatarse de que no lo observaban, abrió el cubo de la basura y lo vació.
-¡Cariño, la comida está lista!
-¡Ahora voy!
Peter lanzó la última pata de pollo que se había quedado atascada en el cubo. Bobby se lanzó para intentar cogerlo en el aire pero falló y… cayó dentro de la máquina. 

Año 2013

Caminar entre cajas mugrientas y restos de todo tipo no es muy agradable, no se lo aconsejo a nadie. Al Sargento no parecía importarle demasiado, la verdad. Para él era como abrirse paso por la selva virgen, solo que en vez de un machete utilizaba sus puños para despejar el camino.
-Esto es una pocilga. Espero que pueda ayudarnos McCoy.
-Haré lo que pueda.
Al llegar a un trastero que olía a muerto el Sargento se paró en seco. Había allí dos policías sudorosos que hubiesen deseado estar en cualquier otro lugar.
-Chicos, ¿cómo va la cosa? –Springer se tapó la boca y la nariz con la mano para evitar aquella peste.
-Esto está empeorando, señor. Cada vez llegan más cosas y a intervalos más cortos.
-Tranquilos, el señor McCoy dará con la solución.
-Sí, sí, dejadlo en mis manos –dije fingiendo cierta confianza, como si supiera qué demonios estaba ocurriendo en aquella casa.
Durante un par de minutos observamos un espacio vacío junto al material amontonado pero no pasó nada; no hubo ruidos ni, como aseguraban los agentes, destellos de luces que precedían a la llegada de más basura. Realmente consideré la posibilidad de que estuvieran gastándome una broma pesada.
-Chicos, no estoy para bromas. No soy un novato, he trabajado con vosotros durante… cuánto tiempo, ¿unos cinco años? Si me disculpáis, me parece que voy a ir a pedir una hamburguesa, no he comido nada desde ayer a la noche.
Estaba tendiéndole la mano al Sargento para despedirme cuando vimos una luz blanquecina que iluminó todo el trastero. Acto seguido, algo se me abalanzó y me tiró al suelo.

Año 2127

-¿Estás segura de que no quieres que te regale una perro artificial? –le preguntó Peter a su mujer.
-Pero qué demonios te pasa últimamente, cariño. Te he dicho muchas veces que no, y no voy a cambiar de opinión ahora.
-Pues están a muy buen precio, la verdad. En el catálogo digital de este mes hay unos descuentos que deberíamos aprovechar.
-¡Te digo que no! ¿Qué es ese jaleo?
Hanna pudo escuchar una multitud de voces que provenían desde el jardín. Parecía como si estuvieran preparándose para celebrar una fiesta.
-Son los vecinos del barrio. Tengo que amortizar la nueva máquina. Me deshago de todos sus desechos –Peter esbozó una sonrisa burlona.
-¿Me estás diciendo que estás utilizando la máquina del tiempo para deshacerte de toda la basura del barrio?
-¿No es una idea magnífica? Soy un genio, en un par de meses lograré… –su mujer no le dejó continuar.
-Calla. ¿Dónde está Bobby? Hace un buen rato que no le oigo ladrar.
-Esto… tenemos que hablar. Será mejor que le eches un vistazo al catálogo.

Año 2013

Tumbado en el suelo pude notar que algo húmedo y viscoso recorría mi cara. Cuando abrí los ojos vi a un perro, no sé si era un labrador o un cocker de poco pelo, que se afanaba en limpiar todo mi rostro. Lo aparté a un lado y me limpié los restos de sus babas con un pañuelo de algodón que siempre llevo en el bolsillo. La cara de los agentes era un poema, una mezcla entre sorpresa e intriga por lo que acababa de suceder.
-¿Un perro? ¿De dónde demonios ha salido este perro? –pregunté tras recobrar mi dignidad.
-Tendrá que responderse usted mismo, McCoy –soltó el Sargento-. Es la primera vez que llega un animal o un ser vivo, ¿verdad chicos? –los dos policías asintieron al mismo tiempo.
-Nunca he visto nada parecido, y eso que el departamento de policía me mete en cada jaleo…
-Ya le he advertido de que este caso es complicado. Lo que está claro es que tenemos una señora muerta. Y si no damos pronto con la solución, apareceremos en la lista de los policías más incompetentes del país.
-Ese es su problema, no el mío. Llame a un espiritista, Sargento. O haga usted lo que crea oportuno. Además, ya sabe que no me apasionan los animales –noté que el cucho seguía mirándome fijamente.
-Pues parece que el perro se ha encariñado con usted. Además de la hamburguesa, debería comprar unas cuantas galletitas en la tienda de mascotas para su nuevo amigo –los tres agentes rieron a carcajadas-. Por cierto, ¿tendrá nombre el perro?  
Vi que el perro llevaba un colgante. Me acerqué y leí: «Bobby, nacido el 7 de mayo de 2123».

Año 2127

-¿Has metido a Bobby, a mi Booby -Hanna hizo un gesto con la mano para recalcar que el perro era suyo- en la máquina del tiempo?
-Ha sido un accidente. Estaba vaciando el cubo de basura cuando él, bueno… ha pegado un salto y… -Peter se quedó sin palabras.
Hanna le lanzó un tarro lleno de mermelada que por suerte fue a parar junto a la planta de plástico que estaba apoyada contra la pared.
-¡Pues ya puedes traerlo de vuelta! ¡Si ya decía mi madre que solo me traerías problemas!
-No va ser posible. Creo que lo he mandado al año 2013. Y sabes tan bien como yo que la máquina del tiempo se inventó a principios de nuestro siglo –Peter se sintió afligido-. Descargaré el nuevo catálogo en tu interfaz personal.
Un par de lágrimas bajaron por la mejilla de Hanna. La poca decencia que quedaba en aquella casa había viajado al pasado.
-¡Eres un idiota! ¡Echa a los vecinos de nuestro jardín y apaga la máquina! Al final tendré que darles mi dinero a los malditos chinos.
Peter salió al jardín y se deshizo de los vecinos. Sacó un papel, un grabador láser y anotó: «cuídenlo bien, es un buen perro».

Año 2013

Cada vez que leo la nota que llegó tras la súbita aparición de Bobby, me doy cuenta de lo mucho que le querían sus antiguos dueños. Yo también me he encariñado, y eso que la costumbre que tiene de cagarse en la alfombra no es nueva. Hablando de mierda, creo que en la casa de la señora muerta han dejado de aparecer nuevas cosas. El Sargento Springer no ha vuelto a llamarme para hablar del tema, por lo que ya habrán vaciado toda la casa.   
-Vamos chico, tenemos que ir al parque para encontrarte una pareja. Si queremos que tus descendientes lleguen hasta el año que marca el colgante, debemos movernos cuanto antes.  

Bobby ladró y meneó la cola. Luego, caminó por el estrecho sendero que llegaba hasta el parque.

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